El clamor de las regiones
A los por demás graves problemas que van desgastando de manera vertiginosa a la dictadura de la autoproclamada Jeaninne Añez, se suma ahora un tsunami de descontento, protesta y movilización de las autoridades subnacionales. La razón es muy simple: luego de años de estabilidad económica y disponibilidad de recursos frescos, los municipios del país languidecen por inanición.
Conviene recordar siempre que, en ese tiempo pasado, era posible planificar el desarrollo local porque se tenía la certeza de contar en el momento oportuno con los recursos financieros que fueron posibles gracias a la nacionalización de nuestros hidrocarburos. Y si no, habrá que preguntarle al permanente opositor gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, cuya popularidad la debio en un 100% a planes de electrificación rural financiados con recursos del Estado Plurinacional provenientes de aquella decisión soberana.
Aunque con limitaciones conceptuales y ausencia de valores solidarios, la descentralización y los procesos autonómicos pudieron avanzar a paso firme y seguro en los casi 14 años de gobierno masista. Ello dio pie también a la consolidación de verdaderos feudos dentro del Estado, como fue el caso de las universidades públicas, cuyas autoridades -a título de autonomía- se dieron el festín gastando recursos a manos llenas.
Hoy vivimos el reverso de la medalla. Primero los de Santa Cruz, luego los de Cochabamba, hoy los de Potosí… alcaldes y concejales a todo lo ancho y largo del país diversifican formas de protesta con huelgas de hambre incluidas. El gobierno central -léase la dictadura de derecha impuesta a Bolivia por el imperialismo yanqui- no distribuye ni oportuna y adecuadamente los recursos regionales, aunque es justo reconocerle su dadivosa repartija de promesas y más promesas incumplidas.
Sin posibilidades de pagar gastos elementales que, en muchos casos, incluyen la partida de sueldos y salarios, los municipios están en verdadera terapia intensiva. Intentar achacar de todo ello a la pandemia con corona es la misma excusa del gobierno de los pititas, qué atribuye cuanto mal aqueja a la humanidad a Evo Morales.
Es decir, excusas por incompetencia, incapacidad, corrupción, negociados, nepotismo y persecución política tienen patas cortas. Y si de algo debe servir este sufrimiento, que sea para meditar con sentimiento el color del voto para las elecciones de septiembre, a la que tanto temor le tienen cívicos y fascistas.